viernes, febrero 23, 2007

Concepto 5

CONCEPTO NUMERO 5
Siempre hay esperanzas que se produzca el cambio. Si aceptamos el carácter necesario de un cambio lento y trabajado, y nos sentimos lo bastante satisfechos con él , no caeremos en la desilusión ni el desaliento, ni perderemos la autoestima, ni nos sentiremos desesperados ni impotentes si comprendemos que cada uno de nosotros, por sí sólo, sólo puede provocar cambios pequeños en la sociedad. Incorporando esta visión de la situación lo suficiente nos podremos sentir orgullosos del cambio que una sola persona puede provocar porque, de ser cierto todo esto, esa persona es la mejor que hay. Es decir, uno no puede hacer más de lo que puede hacer una sola persona. En otras palabras: una sola persona no puede hacer más de lo que una sola persona puede hacer, con esto la persona se puede sentir tan poderosa como es (pero no más) en lugar de sentirse débil e impotente, como un títere, inútil e impotente frente a las fuerzas sociales poderosas y abrumadoras contra las cuales no puede hacer nada.
Este es el verdadero obstáculo, es la gran oportunidad si lo vemos desde el optimismo, la posibilidad de sentirnos impotentes ante las estructuras del Estado, ante las decisiones gubernamentales, incluso de los partidos políticos, que hasta donde entiendo están al servicio de las personas y no de los grupos de poder. Si lo hacemos, si nos sentimos insignificantes frente a estas instituciones tenderemos a encerrarnos en una vida egoísta y privada , con el simple y básico objetivo de aprovechar la vida al máximo en un sentido egoísta, sin pensar demasiado en los demás; convirtiendo las relaciones con los demás de carácter materialista, exprimiendo hasta la última gota de diversión antes de que el mundo muera, antes de que el mundo se acabe. Esto sumado a la cultura de la competencia, donde quien tiene más cosas materiales es más símbolo de éxito, como una manera de medir la felicidad y, miserablemente, es el sentido que se otorga a la vida, acumular riquezas materiales cuando valoricamente estamos en la pobreza absoluta.
Frente a esta realidad se siente desesperación y menosprecio a lo que pueda hacer una sola persona, caemos en una desilusión adolescente porque el mundo no cambia si se promulga una nueva ley, o si las personas tienen dos autos en lugar de uno, o si los sindicatos tienen el poder de organizarse o si los secundarios se revelan contra todo el sistema que trunca sus posibilidades y no los prepara para lo que vendrá tras salir del colegio. Es esta desilusión, el “no estar ni ahí” lo que desanima a quienes desean hacer el bien, a las personas de buena voluntad, que a medida que se hacen mayores o más responsables, caen en el cansancio, la desesperanza y la tristeza, y acaban en el privatismo contra el cual lucharon, en lugar de la mejora social consciente.
En lugar de esto, como Pueblo deberíamos aprender a llenarnos de orgullo, a entusiasmarnos, a fortalecer nuestra sensación de autoestima, a experimentar una fuerte sensación de logro cuando se produzca una pequeña reforma o mejora en la que hayamos participado (es decir, cuando nuestro equipo gana), cuando suceden cosas positivas en Quintero.

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